jueves, 25 de junio de 2009

Consternación por muerte de Michael Jackson


El País
Al pop se le paró el corazón a las 12:26, hora de Los Ángeles. En ese minuto el teléfono de emergencias recibió una llamada: Michael Jackson había sufrido un paro cardiaco en su casa de Bel-Air y no respiraba. Tres vehículos de los servicios de urgencias respondieron a la petición de auxilio de un miembro del servicio del rey del pop con la esperanza de reanimar al cantante. Dentro de la mansión se iniciaron los primeros auxilios. "Fue como vivir un momento histórico", dijo una de sus vecinas. Desde el pasado mayo, Jackson vivía en Bel-Air, cuando alquiló un palacete estilo francés de siete dormitorios y 13 cuartos de baño. Esta vecina, como el resto del barrio, se enteró de la noticia cuando la policía cortó el tráfico para dejar salir a las ambulancias. Desde las aceras, los turistas, fauna habitual del exclusivo vecindario, disparaban sus cámaras "por si hay suerte".

En el interior de una de las ambulancias iba un músico sin el que no se puede entender la historia del pop. Billie Jean o Thriller convirtieron a este artista nacido en Gary (Indiana), en 1958, en el mayor superventas de la historia de la música estadounidense. Veintisiete años después de aquel éxito rotundo, que también revolucionó el mundo audiovisual con el legendario vídeo que llevó durante casi quince minutos un baile de zombis magistral a las televisiones, Michael Jackson aún es el artista estadounidense que mayor número de discos ha vendido: 750 millones de álbumes en todo el mundo, un hito de la historia de las discográficas, para las que estrellas como Jackson ya nunca generarán los mismos ingresos.

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domingo, 21 de junio de 2009

Todavía viendo a Tencha


Ariel Dorfman
Página 12

La primera vez que vi a Tencha Bussi de Allende –la primera vez de veras, que de veras la vi, que verdaderamente comprendí quién era ella– fue en Roma, un día incierto de marzo de 1974. Por cierto que mis ojos la habían divisado antes, en múltiples ocasiones: en su casa en Santiago, ya que era amigo de juventud de sus hijas Isabel y Taty; en la Moneda, cuando trabajaba yo con Allende y ella llevaba a cabo las funciones oficiales de primera dama; y durante las marchas y los mítines y las luchas de la revolución chilena. Pero ésa era otra Tencha, la de Chile en democracia, la de un Chile pacífico, la de un Chile donde su marido estaba vivo y su país avanzaba hacia la justicia y la libertad.

La Tencha que conocí en Roma, en el Tribunal Russell que había organizado Lelio Basso seis meses después del golpe de septiembre de 1973, era una persona enteramente diferente. El dolor y la pérdida, lejos de haberla destruido, la habían agigantado. No sé en qué momento ocurrió la transformación. Tal vez fue el instante en que tuvo que enterrar a su esposo sin que la dejaran ver su rostro. Tal vez fue el instante en que se subió a un avión enviado por el presidente de México, partiendo a un exilio del que no volvería en muchos años y juró que no retornaría derrotada. Tal vez fue cuando se dio cuenta de que, ante la ausencia de Allende, era ella la que encarnaría para tantos la esperanza de un Chile ultrajado por Pinochet, era ella la que iba a tener que constituirse en el sitio de la unidad de la dispersa resistencia chilena, era ella la que iba a tener que representar ante el mundo un pueblo violado.

Estaba por cumplir ella los sesenta y se le podría haber perdonado que quisiera dedicar las próximas décadas de su existencia a los nietos, que optara por alguna tranquilidad ante tanta muerte y tanta noticia trágica y tanta vesanía. Pero digamos las cosas como son, como fueron: el país se encontraba huérfano, el país estaba de duelo, el país podía desaparecer como si fuera un secuestrado en la noche. Y ella no lo iba a permitir.

Habló esa tarde en Roma con una voz que casi no reconocí. No era tan sólo la sencillez, el pragmatismo, la clarividencia. Era sobre todo su enorme dignidad la que me llamó la atención, la certeza de que adentro de su garganta y desde adentro de sus labios eran millones los que hablaban, como serían millones quienes la escucharían.

Me atrevo a decir que nos hicimos amigos. La volví a ver y a trabajar con ella en Ciudad de México, en París, en Amsterdam, en Londres, una y otra vez, y nunca la vi cejar, y nunca la vi vacilar, y nunca la vi olvidar, y nunca la vi dejar de buscar la justicia para los más necesitados, y finalmente llegó ese día en 1988, cuando pudimos darle la bienvenida a un Chile donde se llevaba a cabo el plebiscito y ella retornó para integrarse a la campaña por el No a Pinochet que iba a terminar eventualmente con la dictadura, y de nuevo estaba la Tencha ahí, una y otra vez, en la lenta búsqueda de la democracia, y llegó el día en que pudo ella, con el pueblo resurrecto, por fin enterrar a Salvador Allende, y ahí estaba Tencha cuando hacía falta una voz de cordura y hacía falta una voz de paciencia y hacía falta también una voz de absoluta convicción de que era posible un mundo diferente, siempre, siempre estaba nuestra Tencha durante estos años tan difíciles y complicados de nuestra transición eterna.

¿Con qué quedarme, entonces, de los múltiples recuerdos y sonrisas y epopeyas y lágrimas y viajes, con qué quedarme, ahora que me cuenta Julio Scherer desde México que Tencha ha fallecido? Con esto: cada vez que nos encontrábamos, lo primero que hacía Tencha –fuera cual fuese la ocasión, aunque el mundo se venía abajo y había que preparar un discurso o enfrentar alguna emergencia impostergable–, en cada oportunidad, lo primero que hacía era preguntarme por Angélica y mis hijos. No era tan sólo, creo yo, porque le importaba de veras, no sólo porque había visto a mi Rodrigo ir creciendo en cada visita a cada ciudad, no sólo porque estuvo con Angélica cuando mi mujer hizo huelga de hambre por los desaparecidos, no sólo porque Tencha conoció a nuestro pequeño Joaquín a los dos meses de haber nacido en una noche fría en el destierro de Holanda. Detrás de esa pregunta había, creo yo, algo más profundo. Ella, que había perdido a su esposo y su patria y hasta la paz de su vejez, estaba, creo yo, enviando un mensaje secreto, detrás de esa pregunta se me ocurre que me estaba contando, como se lo fue susurrando a todos los otros exiliados y todos los que sufrían y luchaban en Chile, nos estaba asegurando que éramos todos una sola gran familia, es lo que quiero recordar ahora que se ha ido esa mujer prodigiosa, ella nos estaba contando que en este mundo desolado, tan lleno de distancias y pérdidas, siempre tendríamos a la Tencha, la madre y hermana y abuela de un Chile que no ha muerto.

miércoles, 17 de junio de 2009

JK Rowling, demandada por plagio


La autora de una de las sagas literarias juveniles más famosas del mundo ha sido demandada por plagio. JK Rowling se enfrenta a una demanda millonaria de los herederos de Adrian Jacobs, que acusan a la autora de Harry Potter de haber copiado un libro que él escribió en 1987 y le exigen 586 millones de euros como compensación.

Los herederos de Adrian Jacobs afirman que la cuarta entrega de las aventuras del famoso mago de JK Rowling, Harry Potter y el Cáliz de Fuego es un plagio de la novela de 1987 Las aventuras de Willy el Mago.

El escritor falleció en 1997 sin haber leído ninguna de los libros de Harry Potter -el primero se publicó ese mismo año- pero el hijo y el nieto de Jacobs están convencidos de que JK Rowling estudió y copió la idea para su saga de la obra de 36 páginas del escritor, en la que también aparece un niño que descubre que tiene poderes mágicos.

Según la demanda de los Jacobs, el escritor envió el manuscrito de Las aventuras de Willy el Mago a Christopher Little, agente literario de Bloomsbury Publishing, la misma agencia que representa ahora a JK Rowling, pero la idea fue rechazada.

En la demanda presentada ante la Corte Suprema de Reino Unido, los herederos de Jacobs subrayan las similitudes entre Harry Potter y Las aventuras de Willy el Mago, como las referencias a un tren mágico o una competición de magos en la que el joven protagonista debe rescatar a rehenes de las garras de criaturas antropomórficas.

Además de los 586 millones de euros que los herederos de Jacobs exigen como compensación -actualmente se calcula que la fortuna de JK Rowling alcanza los 656,8 millones de euros- reclaman además que no se publiquen más ediciones de Harry Potter y el Cáliz de Fuego o que los beneficios de las ventas que se obtengan se compartan entre la autora y ellos.

Bloomsbury Publishing ha negado las acusaciones tajantemente, considerándolas "infundadas, insustanciales e falsas". "JK Rowling nunca ha oído hablar de Adrian Jacobs, ni ha visto, leído o escuchado nada de su libro Willy el Mago hasta que estas protestas se hicieron públicas en 2004 -casi siete años después de la publicación del primer libro de Harry Potter".

"Willy el Mago es un folleto insustancial de 36 páginas que tuvo una distribución muy limitada. El protagonista de Willy el Mago no es un joven mago y el libro no se desarrolla en torno a una escuela de magos. Esta demanda no tiene fundamento y nos defenderemos vigorosamente", concluye la firma.

jueves, 4 de junio de 2009

David Carradine: la muerte de Kung Fu


Con la serie Kung-Fu alcanzó la fama a principios de los 70, en el apogeo de la televisión en blanco y negro; hace unos años volvió a la pantalla grande de la mano de Quentin Tarantino para la singular serie Kill Bill. Como sacado de esta última película, David Carradine fue encontrado en el hotel de Bangkok donde se hospedaba, en Tailandia, donde filmaba una película, con una soga al cuello. Tenía 72 años.

No se sabe si se trata de un suicidio o de un terrible accidente. Pero a la larga estos datos no importan. David Carradine está muerto. Y nos quedan sus formidables imágenes de la serie de televisión que sin duda dió el caracter masivo a las artes marciales. Ayer, curiosamente, y a propósito de la hiperinflación de la República de Weimar, recordaba El huevo de la serpiente la película que Ingmar Bergman filmó en Alemania, en 1977, cuando debió salir de Suecia al verse perseguido por un tema de impuestos. En esa película que mostraba la Alemania pre-Hitler, Carradine tuvo un memorable rol junto a Liv Ullman, por entonces la pareja del cineasta sueco.

David Carradine provenía de una de las familias más respetadas de Hollywood. Su padre, John Carradine, protagonista de La Diligencia de John Ford y Las uvas de la ira trabajó incansablemente durante 60 años. Sus hermanos Bruce, Keith y Robert deben tener un centenar de películas. Pero el más prolífico fue David, que deja a sus espaldas más de 130 filmes, entre ellos los de la moderna banda de asesinos de Kill Bill de Quentin Tarantino.

Nacido en 1936, estudió teoría musical y composición aunque quería seguir los caminos de su padre y así fue como interpretó varias obras de Shakespeare hasta llegar a Broadway y encontrar un espacio en la televisión en series como El Virginiano o La hora de Alfred Hitchcock.

En 1972 lo descubrió Martin Scorsese, quien lo llamó para Boxcar Bertha y Calles Peligrosas. Eso bastó para ser escogido protagonista de la serie Kung Fu. El rol había sido entregado inicialmente a Bruce Lee, pero los ejecutivos de la TV de la época lo encontraron demasiado asiático. Así fue como Carradine durante 3 años y 46 episodios, dio vida al pequeño saltamontes que huía de los matones chinos por todos los Estados Unidos mientras hacía el bien y resolvía toda clase de entuertos.

Con la partida de David Carradine sin duda muchos sentimos que se nos arranca también una parte de nuestras vidas.